Si se va hacia el sureste, aquellos más curiosos encontrarán el barrio de Treptow nada más cruzar el río. Éste se ensancha y, dejando atrás los puentes de coches y trenes, las antiguas fábricas textiles y el Osthaven (uno de los puertos de la ciudad), las riberas aparecen de nuevo verdes, con árboles centenarios, praderas mullidas y un paseo que recorre toda la orilla, donde de vez en cuando, hay embarcaderos para tomar alguno de los mini cruceros que llevan de excursión por los alrededores. Se trata del Treptowerpark (cuya superficie total es de casi 89 hectáreas) y es uno de los parques más visitados, pues en uno de sus límites se organiza cada domingo un rastro, mezclando a los vendedores de objetos de segunda mano y a los regentes de anticuarios con puestos de salchichas, comida turca, algún diseñador joven de ropa, chatarreros y fanáticos, en general, de la ganga y lo retro. Ir a estos mercadillos es una costumbre más, aunque no se compre nada, lo mismo que, después, el paseo por el parque. A lo largo de los varios kilómetros de caminos, se encuentran muchas terrazas donde tomar una buena cerveza al aire libre, acompañada de algo para picar, que normalmente serán salchichas de Turingia, patatas fritas o la estrella de Berlín: la currywurst. Muestra excelente de la simbiosis cultural de la ciudad, como dice su nombre, es una salchicha con ketchup y aderezada con curry, un salpicón de sabores exóticos servido con el acento más cerrado berlinés. Sólo esta trabazón de diferentes culturas culinarias, mucho más que su escaso acierto para el paladar, podría explicar que los berlineses se sientan orgullos de este plato. Aunque con cierta ironía. En estos Biergarten, llamados “vergeles de la cerveza” por Jules Laforgue, hay bancos corridos y mesas alargadas, de tal manera que, al sentarse, uno bebe y come, codo con codo, junto a desconocidos, sin que ello signifique que el vecino vaya a molestarnos o a meterse en la conversación, sino, más bien, todo lo contrario. Las jarras (normalmente de medio litro) van de un lado a otro y, al atardecer, con el sol rojizo espejeando en el agua, la tranquilidad espesa del parque y la afabilidad del ambiente, la escena se convierte en una celebración mitológica sacada de un cuadro barroco. El Zenner, por ejemplo, es uno de los más grandes y antiguos vergeles de este tipo.

También, en esta zona del parque, se encuentra la Insel der Jugend, o isla de los jóvenes, comunicada a través del primer puente de acero construido en Alemania (hacia principios del siglo XX). En verano, principalmente, hay todo tipo de conciertos y festivales, a los que se entra gratis, normalmente, así como un cine al aire libre y uno de los típicos bares de playa de la ciudad, con tumbonas, hamacas, juguetes para niños y ambiente muy relajado.